¿Qué pasará finalmente con la novela sin fin de Santiago Silva? ¿Adonde jugará el próximo torneo? Difícil saberlo. En un mismo día, su representante sale a expresar las ganas de seguir jugando en Banfield y su amor por ese club. A su vez, el presidente de ese club dice que no le contestan los llamados para arreglar el nuevo contrato. ¿Conclusión? Poco clara. Silva no sigue en Banfield. Portell acusa a su representante. Nada queda verificado.
A la semana siguiente, el uruguayo se tiene que presentar en la pretemporada, pide un permiso especial para demorarse un par de días y Vélez se lo da. En el interín, el representante comunica los deseos de Santiago de no jugar para Vélez. En contrapartida, Silva se presenta en la pretemporada, entrena, y dice que se debe a Vélez. Los diarios, en cambio, hablan de que el jugador podría hacer uso de una cláusula de la FIFA que establece que los mayores de 28 años que hayan estado más de 2 años en un club pueden rescindir su contrato a cambio de una indemnización, que se asemeja a lo que el jugador hubiese percibido por los 6 meses que le quedan del contrato.
¿En qué quedamos? Con un tipo como Silva, difícil es saberlo. No se mueve por la ambición profesional, por la gloria, o por las ganas de jugar. Se mueve por el dinero (como todos) pero al nivel máximo en que se puede hacerlo. Hoy dice que ama a Banfield, mañana amará a Vélez, River, Estudiantes, Monterrey, el Bayern Munich o Yupanqui. Todo sea por el verde césped... digo billete (?).
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