lunes, junio 09, 2008

Cierren la ventana


El dolor velezano mezcla agonía con incomprensión. Desgano y aburrimiento general, evidencian las ganas de un pronto final, clasifique o no a la tan desvalorizada Copa Sudamericana que algún ridículo inventara para desflorar a los vecinos del súper. Esa casi profesional falta de valor y energía, condujo a los perseverantes hinchas a pedir a gritos la titularidad de los mocosos del club, de cara a las últimas fechas de un campeonato totalmente accesible, que se lo ganaba jugando, pero se lo peleaba poniendo.

Cuestiones futbolísticas y no tanto, canalizan el enigma y la confusión. Mejor tarde que nunca. Así lo entendió Tocalli a la hora de intercambiar sus fichas. Ambigua e incomprensible la inclusión de Uglessich, no menos absurdo el llamado trasandino a un jugador que disputó en seis meses menos de cuatro partidos. Así aparecieron los muditos. Tan lógico como llamativo el ingreso de Díaz. Tan justa como racional la inclusión de Tobio. Al margen, el contexto de tristeza y desilusión que asomaba por Liniers a causa de los malos resultados, paralelamente al frío climático y terrenal, originado por la baja temperatura, en principio, y a causa de la inmóvil tribuna de la CAI, también.

Tal vez, las apariciones de Pablo Despósito e Iván Bella hayan sido, junto al pibe de los jueguitos, cada vez más ovacionado; y al homenaje de Fantino a los campeones del mundo, cada vez más nostálgico; lo mejor de los últimos tiempos. De lo perverso que significa no haber encontrado el equipo en las primeras dieciocho fechas, las buenas actuaciones de los nuevos pelados, les alcanzaron para cambiarles la cara a los (no tan) hombres de Tocalli.

Seis pibes adentro, más un gran Montoya que, de a poco, convence con su nivel, mientras preocupa con la inmensa cantidad de trabajo que tiene bajo los tres palos. Eso era Vélez. Tarde de crayón y plastilina, dentro de una suerte de jardín de infantes, repleto de niños ansiosos, complementados con grandes ingenuos. Con algo de un esporádico Escudero que hablaba en castellano, pero estudiaba portugués. Con un Zapata irónico, que aplaudía mientras se le requería simplemente que justifique su compra; y con un Balvorín excedido en inocencia, que residía en posición adelantada una y otra vez, en reiteradas oportunidades.

La mención especial habría sido para los dos más valientes del ex equipo del silencio (Léase el 225 y el tucumano más famoso), que heroicamente supieron perdonar a la dañina y perniciosa prensa; sino hubieran dicho una serie innumerable de frases triviales, ridículas e irrisorias. Por ese simple motivo, casi todos los laureles (Casi todos, tampoco exageremos), se los adjudica el entrenador velezano, que si hay algo de lo que no se desconfía, es de la inagotable capacidad para tratar con chicos. Todo lo contrario. A diferencia del discurso venenoso y Lavolpista, Tocalli decide hacerse cargo de actitudes que no siempre le pertenecen.

En fin: Vélez no jugó bien, o por lo menos como debería jugar. Probablemente, si en el moderno mundo de la pelotita todo sale como esperan los de arriba, este equipo ni siquiera clasificará a las copas. No importa. Cierren la ventana que El Fortín no quiere entrar por ahí. La historia no marca eso. Mientras, que se consoliden los pibes. Que vengan refuerzos de verdad, que les sirvan de (buen) ejemplo a esos locos bajitos. Y por sobre todas las cosas, que se vayan todos esos jugadores que ni siquiera son del club, que aportan tan poco, y le hacen tan mal a Vélez.

1 comentario:

Anónimo dijo...

¿ Pablo estás defendiendo a Tocalli ?
POR FAVOR, junto con Lavolpe y alguno mas fué lo peor que le sucedió a Velez