Conocida es la noticia en el club: Miguel Angel Russo dejó la conducción técnica del Fortín, tentado por el ofrecimiento del muy adinerado Mauricio Macri, para ser el entrenador del club de la Ribera. Ese es un hecho que uno no puede objetar ni cambiar, y lejos estamos de hacer juicios de valor respecto a la actitud de Russo de no cumplir con su palabra (días anteriores a firmar con Boca había declarado varias veces que él "era un tipo que cumplía los contratos en todos los lugares donde estuvo"). Lo que sí podemos analizar es: como impactó esto en el público velezano?.
La realidad es que Russo siempre fue un discutido en el seno del Fortín. Mirado de reojo apenas arribó en el club de la mano de Raúl Gámez (son íntimos amigos) Miguel Angel Russo despertó más dudas que otra cosa. Es cierto que todo se le hizo más fácil al encontrarse con un grupo anímicamente devastado por haber perdido la chance de coronarse campeón (recordar Sessa y Arsenal) pero con jugadores notables, de la calidad de Jonás, Bravo, Castromán (luego devenido en delantero por el entrenador), Zárate, Somoza, Fuentes, etc. La base estaba, el esquema táctico también: sólo había que mentalizar a los jugadores. Para suerte de todos los fortineros, Miguel pudo hacerlo, lo que lo cubrió de un manto de piedad para con el público de Vélez, que le dió un poco más de crédito gracias al logro obtenido. Sin embargo, luego de haber peleado palmo a palmo la Copa Libertadores (con excelentes actuaciones y mucha actitud) y de que los dirigentes lo dejaran "en banda" a mitad de la Copa, cuando vendieron/prestaron a los que le propinaban el equilibrio al equipo (Somoza, Gracián, Zárate) su reputación fue descendiendo poco a poco. El equipo quedó afuera previamente de la Sudamericana (con buenos partidos y otros no tanto) y luego volvía a quedarse afuera de otra Copa. En cuanto a los torneos, Miguel nunca pudo acomodarse a la partida de Jonás y la pérdida de Bravo por los costados, déficits que aún hasta el día de hoy no pudo cubrir (en Vélez todavía está el fantasma de Gutiérrez). Y en esta última etapa, con mayor intensidad, se vió el descontento de la gente para con un Russo al cual el plantel parecía haberse ido de sus manos. Primero con las peleas entre el Roly, Gracián y Castromán; luego con la partida de los dos primeros y la renovación del contrato de la estrellita y, finalmente, con la separación del plantel de Ladino, Bustamante, y otros jugadores más por "malos rendimientos". A su vez, las peleas mediáticas entre un Gato Sessa y un Lucas Castromán más, subido a las estrellas, que no hacían presagiar un buen futuro. Vélez en el último torneo no respondió futbolísticamente, pero aún menos lo hizo anímicamente, dejándose ganar o empatar en partidos que estaban semi-definidos (recordar Banfield, San Lorenzo, Boca, etc). Puntos que luego sufrió al verse fuera de la lucha por el campeonato en una instancia media del torneo, algo muy extraño para todos los velezanos acostumbrados a pelear hasta último momento.
Haciendo un balance general, uno se da cuenta de que "todo lo que termina, termina mal" como diría un inspirado Calamaro. En estos últimos meses, la gente se cansó de los constantes cambios tácticos del entrenador, empeñado en probar una línea de 3 en el primer equipo, cuando Vélez, desde sus Inferiores, predica una línea de 4 ordenadita, y un esquema de 4-3-1-2 con un típico enganche. A su vez, a Russo se le criticó la falta de actitud en algunos partidos, y la falta de coraje para ganar ciertos partidos, y, en contrapartida, "meter al equipo atrás en el final" (fenómeno que le costó demasiados puntos). Uno, a primera vista, se anima a decir que el trabajo de Russo en Vélez fue "mediocre": hizo lo que tenía que hacer, y nada más. Cuando tuvo que "mantener" las cosas, lo logró con éxito. Cuando quiso innovar, no pudo, ya que los resultados no lo acompañaron. No hay muchas más conclusiones que esto. Se le puede agregar a las buenas obras del entrenador en Vélez la promoción de varios juveniles (Escudero, la titularidad de Zárate, Robles, Torsiglieri, Timpanaro, Varea, Francou, Ereros, etc) y, en cuanto a lo negativo, la poca autoridad frente a los caprichos del menor de los Zárate, quien, en la cancha, siempre hizo lo que quiso, y nunca escuchó al DT.
Desde este humilde lugar, uno despide a Russo "sin pena ni gloria", sin desear que le vaya exitosamente o augurándole un fracaso, ya que, lamentablemente, Miguel Angel nunca tuvo un lugar preponderante a la hora de pensar en el Club. Fue lo que se dice "un técnico que pasó y nada más". Muchas gracias por el campeonato, pero su etapa ya pasó. Ahora, se viene la lotería de los técnicos...